A 200 años de la abolición de la esclavitud en Centroamérica: un repaso a la historia y una invitación a la reflexión crítica

Por: Tyron Nelson Noriega*

 

Hace doscientos años, el 17 de abril de 1824, quedó consagrada en la Constitución Federal de Centro América la abolición de la esclavitud en los territorios de los actuales Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Estas sociedades, entre los siglos XVI y XIX, estuvieron bajo administración española. Si bien la esclavización no estuvo en el centro de las actividades económicas de la región, la presencia africana fue en constante aumento, por lo que interesa visibilizar el aporte de estas personas en la construcción de las naciones centroamericanas contemporáneas.

La esclavitud, con distintos fines, fue durante siglos una práctica común en varias sociedades alrededor del mundo. Sin embargo, de acuerdo con sus contextos temporales y espaciales, esta práctica tomó diversos matices, los cuales definieron las formas de interacción, las actividades a las que las personas esclavizadas se dedicaban e, incluso, las diversas posibilidades mediante las que ellos y ellas podían tener acceso a su libertad.

Al momento de la llegada de los españoles a América a finales del siglo XV, el continente fue incorporado a redes de comercio de personas esclavizadas a través del océano Atlántico. Los portugueses, desde años antes, habían bordeado la costa africana, estableciendo contacto con las élites locales para acceder a este tipo de mano de obra. A partir de entonces, se desarrollaron plantaciones, principalmente destinadas al cultivo de azúcar en las islas atlánticas, como lo fue el caso de Sao Tomé.

Se estima que llegaron a América, desde el continente africano, más de doce millones de personas en condición de esclavitud (Slave Voyages, 2024; véase Cuadro 1). Estos africanos y africanas enfrentaron violencia física, psicológica, sexual, así como sufrieron de condiciones insalubres, lo que explica que muchos perdieran la vida en el middle passage, el tránsito en barco por el Atlántico.

 

Cuadro 1: Personas esclavizadas embarcadas desde África hacia América

Período

Número de personas esclavizadas

Porcentaje

1450-1500

81,000

0,6

1501-1600

338,000

2,6

1601-1700

1,876,000

14,6

1701-1800

6,495,000

50,7

1801-1900

4,027,000

31,4

Total

12,817,000

Fuente: Paul Lovejoy, Transformations in Slavery: A History of Slavery in Africa (3a ed.). Cambridge: Cambridge University Press, 2011. (p. 19)

 

Mientras en el África occidental se estaba consolidando ese proceso, en el continente americano los españoles, en primer lugar, se encontraron frente a un territorio vasto y desconocido, el cual estaba habitado por cientos de sociedades indígenas. Con la reciente experiencia de la Reconquista, las huestes europeas se lanzaron, en conjunto con distintos grupos nativos, a la desarticulación de las entidades políticas dominantes. Los portugueses, por su parte, se establecieron en los territorios del actual Brasil. Como resultado de lo anterior, se estableció un nuevo modelo de jerarquización social basado en criterios raciales, y un sistema de administración que respondía directamente a los intereses de las Coronas. Conforme avanzaron los años, otras potencias europeas (Francia, el Reino Unido y los Países Bajos), disputaron espacios estratégicos a las monarquías ibéricas, a través de la creación de colonias en el Caribe y Norteamérica, principalmente.

Con la intención de aprovechar los recursos que ofrecía el continente americano, los europeos idearon formas de trabajo forzado, a las que sometieron a buena parte de la población amerindia. Esto se sumó a las prácticas esclavistas llevadas a cabo por las sociedades prehispánicas, lo que sirvió de base para que, a partir de estas, se incentivara el comercio de personas con la intención de esclavizarlas en los territorios bajo dominio hispánico y, posteriormente, de otras potencias coloniales europeas.

Los efectos de las enfermedades traídas desde Europa fueron devastadores para los pueblos indígenas, por lo que sumado a la explotación de la que fueron víctimas, la población se redujo considerablemente en varias regiones. En el caso del sur de lo que hoy es Centroamérica, debido a la escasa concentración poblacional, la recuperación fue lenta y prolongada. De esta forma se justificó la introducción de personas esclavizadas de origen africano en la zona, principalmente en los territorios de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

Se calcula que entre los siglos XVI y XVIII pasaron por el Reino de Guatemala varios de miles de personas esclavizadas, unas quedándose y otras de paso hacia los centros económicos más importantes como Perú y el Caribe (Slave Voyages, 2024; véase Infografía 1: Del olvido a la memoria). Sin embargo, es de resaltar que, durante los tres siglos de colonización española, la cantidad de personas afrocentroamericanas libres aumentó constantemente, superando a las que se encontraban bajo el yugo de la esclavitud.

Habiendo comprendido lo anterior, las personas esclavizadas (entendidas en la época como un bien comerciable) supusieron un activo a disposición del propietario, cuya tenencia estuvo regulada por la legislación y diversos decretos reales hasta el momento de la independencia. Las principales actividades a las que estas personas se dedicaron, a lo largo del istmo centroamericano, fueron la minería, la agricultura y los servicios ofrecidos en los principales centros urbanos. No obstante, por su alto precio y por la estructura económica prevaleciente, la compraventa de personas en condición de esclavitud no fue, en términos numéricos, tan vasta como en otros lugares. Esto no quiere decir que la empresa esclavista en esta región haya sido de una naturaleza menos cruel, como algunos sectores han propuesto.

En cuanto a su papel dentro de la sociedad, las personas esclavizadas no fueron actores pasivos ante la realidad que vivían, sino que a través de distintos mecanismos pudieron lograr su libertad, entre los que destacan: la manumisión a través de la compra, el acceso a las instancias legales establecidas donde podían querellar en contra de sus propietarios, el cimarronaje, las sublevaciones y, en algunos casos, la liberalización por parte de sus amos debido al elevado coste de su manutención. Hay un acuerdo entre estudiosos que, para finales del siglo XVIII e inicios del XIX, el número de personas afrodescendientes cautivas en Centroamérica ya era considerablemente bajo.

Como parte de los eventos que marcaron un antes y un después en la larga trayectoria de la esclavitud transatlántica, el caso más paradigmático es el de los Jacobinos Negros de Haití. En el último cuarto del “Siglo de las Luces” (s. XVIII), las Trece Colonias se independizaban de Gran Bretaña para darle paso a la formación de los Estados Unidos de América (1776), mientras que en Francia se vitoreaba el triunfo de la Revolución, de la cual fue resultado la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Estos son dos de los eventos más citados cuando se habla de la modernidad occidental.

No obstante, en los intersticios de esa historia, se ha invisibilizado la gesta realizada por miles de personas esclavizadas quienes se levantaron contra el statu quo, con el objetivo de alcanzar su independencia política a través de las armas, logrando constituir lo que ellos llamaron el primer Estado negro del mundo: Haití (1804). Este evento tuvo repercusiones globales, en tanto que las potencias coloniales, en conjunto con los grandes intereses esclavistas, profundizaron las medidas represivas con el fin de evitar otro acontecimiento de tales magnitudes.

Aunque en Centroamérica los enfrentamientos no llegaron a tal desenlace, desde la primera mitad del siglo XVI se han identificado revueltas contra la esclavitud. Algunos de los lugares donde se produjeron son: San Blas, en Panamá (1533); Olancho y Río Guayape, en Honduras (1540); San Pedro, en Honduras (1549); Zapotitlán, en Guatemala (1602); y en El Salvador (1625); entre otros (Véase: Infografía 4: Del olvido a la memoria).

A inicios del siglo XIX, entre 1808 y 1813, la monarquía hispánica atravesó un impasse debido al ascenso de José I, hermano de Napoleón Bonaparte, como Rey de España. Esta situación generó que aquellos que no reconocían la legitimidad del nuevo monarca, se aferraran al constitucionalismo liberal, formando las Cortes de Cádiz con el fin de establecer las pautas de administración del Imperio, ante la ausencia de Fernando VII. Estas cortes tuvieron representación de los territorios de ultramar, en el caso de Centroamérica fue electo Florencio del Castillo, quien en 1811 se manifestó en favor de “las castas”, abogando para que se les reconociera como ciudadanos españoles.

En setiembre de 1821 con la independencia política del Reino de Guatemala, se formó una Junta de Gobierno provisional, la que en 1822 planteó la abolición de la esclavitud en territorio centroamericano. Posteriormente, los diputados José Simeón Cañas, Mariano Gálvez y José Francisco Barrundia presentaron la moción para declarar la libertad de todas las personas en condición de esclavitud, así como su derecho a la ciudadanía dentro de la Federación.

Con dicha proclamación, aprobada el 17 de abril de 1824, se estableció en cada uno de los Estados una Junta de Indemnización para que los propietarios acudieran a recibir un beneficio económico resultado de la libertad de las personas esclavizadas. En el Estado de Costa Rica la cifra de quienes accedieron a dicha retribución rondó las noventa personas. Como es de esperar, la aprobación de la citada reforma no garantizó inmediatamente el acceso pleno a la libertad por parte de los y las esclavizadas, quienes probablemente continuaron dependiendo de sus “amos” a través de nuevas modalidades de dependencia económica a cambio de alguna retribución.

Artículo 13. Todo hombre es libre en la República. No puede ser esclavo el que se acoja a sus leyes, ni ciudadano el que trafique en esclavos (Constitución Federal de Centro América, 1824).

Asimismo, los Estados centroamericanos, en particular, y latinoamericanos en general, se construyeron con base en el mito del mestizaje, principalmente resaltando la mezcla de las raíces europea e indígena. Este proceso, sin duda, dejó en el silencio el papel que figuraron las personas descendientes de africanos, quienes, de acuerdo con la evidencia histórica, tuvieron un papel trascendental en la reproducción de las sociedades centroamericanas hasta el presente.

Por lo tanto, esta conmemoración se presta para hacer un alto en el camino y reflexionar críticamente adónde queremos dirigirnos como sociedad, en un momento en el que a nivel global los nacionalismos y las posturas conservadoras se están exacerbando. Estamos convencidos de que el estudio del pasado permite rastrear las raíces históricas de las dimensiones de poder y de exclusión contemporáneas (como, por ejemplo, la discriminación étnico-racial, de género, de ingreso, así como la privación del acceso a servicios y derechos fundamentales), lo que nos dará insumos para pensar y aspirar por un modelo de convivencia basado en la equidad, la justicia, la inclusión y en el bienestar social.

 

Algunos materiales para consulta:

Carlos Meléndez y Quince Duncan, El negro en Costa Rica. San José: Editorial Costa Rica, 1979.

Cyril Lionel Robert James, Los Jacobinos Negros. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Saint-Domingue. La Habana: Editorial Casa de las América, 2010.

Eric Williams, Capitalismo y esclavitud. Madrid: Editorial Traficantes de Sueños, 2011.

Lowell Gudmundson y Justin Wolfe (eds.), La negritud en Centroamérica. Entre raíces y razas. San José: Editorial UNED, 2012.

Lowell Gudmundson, Estratificación socio-racial y económica de Costa Rica: 1700-1850. San José: Editorial UNED, 1978.

María de los Ángeles Acuña, «Mujeres esclavas en la Costa Rica del siglo XVIII: Estrategias frente a la esclavitud». Diálogos Revista electrónica de Historia 5, n.° 1-2 (2005): 1-21.

María de los Ángeles Acuña, «Papel reproductivo y productivo de las mujeres esclavas en Costa Rica en el siglo XVIII». Revista de Historia n.° 57-58 (2008): 135-161.

Michel-Rolph Trouillot, «Una historia impensable: la revolución haitiana como un no-evento». En: Antropología política. Temas contemporáneos, editado por Montserrat Cañedo y Aurora Marquina, 351-376. Barcelona: Bellaterra, 2010.

Oficina Regional de la Unesco para Centroamérica y Panamá; Universidad de Costa Rica; Cátedra de Estudios de África y el Caribe; y Ministerio de Educación Pública, Infografías: del olvido a la memoria.

Óscar Aguilar, La esclavitud negra en Costa Rica. San José: Editorial Progreso, 1997.

Paul Lovejoy, «Los orígenes de los esclavos en las Américas. Perspectivas metodológicas». Revista de Historia n.° 39: 7-23.

Paul Lovejoy, Transformations in Slavery: A History of Slavery in Africa (3a ed.). Cambridge: Cambridge University Press, 2011.

Rina Cáceres (comp.), Rutas de la esclavitud en África y América Latina. San José: Editorial UCR, 2001.

Rina Cáceres (ed.), Del olvido a la memoria 1: africanos y afromestizos en la historia colonial de Centroamérica. San José: Oficina Regional de la UNESCO para Centroamérica y Panamá, 2008.

Rina Cáceres, «El trabajo esclavo en Costa Rica». Revista de Historia n.° 39 (1999): 27-49.

Russell Lohse, Africans into Creoles: Slavery, Ethnicity, and Identity in Colonial Costa Rica. Albuquerque: University of New Mexico Press, 2014.

Tatiana Lobo y Mauricio Meléndez, Negros y blancos. Todo mezclado. San José: Editorial Costa Rica, 1997.

Tatiana Lobo, Parientes en venta. La esclavitud en la colonia. San José: Editorial Costa Rica, 2016.


* Bachiller en Historia por la Universidad de Costa Rica. Estudiante de la Maestría centroamericana en Historia y asistente de la Cátedra de Estudios de África y el Caribe, de la misma casa de estudios. Correo: tyron.nelson@ucr.ac.cr.

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